La Casa ‘Toriña’ descrita por el cronista Andrés Bernáldez, se refería en realidad a Tirma
Debate: mayor fiabilidad de la tradición oral frente a los registros escritos en la toponimia indígena
Restos de muralla, cueva y posible pireo de sacrificios en la corona de Mña. Tabaibas para nosotros la Umiaga/Amago indígena. Beneharo López |
PABLO GUEDES GONZÁLEZ
El presente trabajo surge, a raíz y gracias, al debate crítico que hemos mantenido con Antonio M. López Alonso, en los comentarios al pie, del artículo de nuestro blog del pasado septiembre, titulado ¿Por qué Amagro no podía ser el nombre del Santuario de Tirajana?(acceso aquí), en el que hacíamos un análisis lingüístico de los 12 nombres otorgados al santuario y expresábamos nuestros argumentos en contra de Amagro.
Antonio López, es el editor de la obra de Marín de Cubas de 1687, recientemente publicada, así como de otras publicaciones y diferentes trabajos de investigación y responsable de Proyecto Tarha (www.proyectotarha.org), un sitio web dedicado a la investigación y divulgación de la historia antigua de las Islas Canarias a través del estudio de las fuentes documentales. Queremos expresarle nuestro agradecimiento a este investigador, por el tiempo dedicado para comentar y criticar constructivamente nuestros planteamientos y por su disponibilidad para con estas ocupaciones, que como él bien dice, suelen ser tarea solitaria y poco agradecida, si no fuera porque nos apasionan estas cosas.
A raíz de los comentarios de López, con respecto a nuestra investigación, hicimos un trabajo de documentación para responder a sus planteamientos, con el que hemos podido localizar un manuscrito del s. XVIII, en el que creemos que se recogen de forma supuestamente más fiel a los originales, los distintos topónimos del tiempo de la Conquista, así como nos damos cuenta de que la casa ‘Atorina’ que refleja Morales Padrón, citando a Andrés Bernáldez, en su obra magna sobre la Conquista, en realidad se refería a Tirma, como ya presuponíamos distintos investigadores.
Bases de la discusión
Antonio López nos hace unas críticas a nuestra hipótesis de Mña. Tabaibas y Amurga, como la montaña sagrada y el Santuario de Tirajana de las crónicas, siendo en resumen y fundamentalmente: que Tirajana, en las primeras entradas, en los textos de la Conquista, para nosotros se refiere a la costa de esta comarca, mientras que para López, pudiera referir exclusivamente al interior de la Caldera; diferente interpretación de las descripciones del monte sagrado; y disensiones con algunas de nuestras interpretaciones en la faceta lingüística de nuestra investigación, entre ellas la que nos ocupa en este trabajo: desacuerdo en que la oralidad sea más fiable en cuanto a conservación de la toponimia, que los registros escritos, tesis que defiende Maximiano Trapero y que nosotros apoyamos.
López cree que el registro escrito tiene una ventaja indiscutible, que es la de su fijación en el tiempo: el escribano registra la voz de sus informantes tal y como la entendió, mejor o peor, pero en su época. Expone, que no debe minusvalorarse el valor de ese testimonio escrito y que la oralidad es muy distorsionante por los procesos de transformación de los topónimos que sobreviven entre hablantes de distintas lenguas que a su vez desaparecen, se sustituyen y evolucionan.
Por su parte, lo que expresa Trapero es lo siguiente:
… Si no dispusiéramos de más prueba documental del léxico guanche que esas escrituras, con ellas deberíamos conformarnos, pero ha quedado otra fuente mucho más completa y mucho más fidedigna, que es la oralidad, y sin embargo ha sido sistemáticamente ignorada o regularmente menospreciada en esos estudios, como si no mereciera el carácter de fuente. Y ello por dos causas principales: primera, porque los estudiosos del guanche han sido generalmente extranjeros, desconocedores del español y de la realidad canaria, y segunda porque sus estudios los han hecho «a la distancia», sobre listas y repertorios precedentes, sin molestarse en someterlos a la mínima crítica de la veracidad y sin descender a la comprobación de los «estudios de campo». Y sin embargo la oralidad estaba ahí, viva y palpitante, dispuesta para todos, hablando para quien quisiera oírla. Cierto que la oralidad sobre el guanche llegada a nosotros no puede ser tenida como «auténticamente guanche», pues los elementos de origen de aquella lengua han sido «españolizados» y desde esa perspectiva deben entenderse y tratarse. Pero no menos «españolizadas» en la escritura fueron las palabras guanches de que dieron cuenta cronistas e historiadores, y sin embargo éstas se tienen por más verdaderas y fiables que las que han pervivido en el habla. Y craso error es ese, porque más fiel es siempre a la identidad lingüística lo que se transmite de manera natural por vía oral que por la escritura, pues esta implica una doble transmutación: primero en cuanto al cambio del significante de una lengua al significante de otra lengua, y después en cuanto a la transliteración de una secuencia sonora en un segmento ortográfico.
Cierto también es que el descuido de la oralidad como fuente de estudio del léxico guanche no ha sido absoluto, pues un hombre hubo que la tomó como base de sus investigaciones, y justamente en un tiempo (último tercio del siglo XIX) y en un lugar (principalmente la parte del sureste de Tenerife) en que la tradición seguía siendo un modo de vida casi inmutable. Ese hombre fue Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913), médico y antropólogo tinerfeño, nacido en la región de Chasna, que dejó una obra imprescindible en todo lo referido a los guanches, también a su lengua, pero que estuvo inédita hasta los últimos años del siglo XX y por tanto inhabilitada para todos hasta ahora.».
En Estudios sobre el guanche : la lengua de los primeros habitantes de las Islas Canarias, pp 21, 22. (descargable aquí)
Nuestro planteamiento
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Alineamiento solsticial en El Coronadero, junto al probable Umiaga/Amago. Los rayos hacen resplandecer al resto de los mojones, momentos antes de hacerse la oscuridad. José Rodríguez. |
Sin ser especialista en la materia, lo que afirma Trapero, creo que debe ser una norma o regla de la toponomástica, la disciplina que estudia la toponimia (los nombres de lugar) y su etimología, es decir el origen de los topónimos, su razón de ser, su motivación. Por tanto a la hora de hacer una hipótesis etimológica, debe prevalecer, en el caso de distorsiones, la oralidad antes que lo escrito, porque el topónimo escrito en un determinado momento de la historia por una persona individual que la oyó, se presta a mayor porcentaje de subjetividad y por tanto de errores. Sin embargo el topónimo que nos llega por tradición oral, se corresponde con una generalidad de personas que lo han transmitido a lo largo de la historia (por tanto no presenta los errores de transcripción, de los copistas), es más objetivo, y tiene que estar más cercano a la voz original que nombró al lugar.
De
la misma forma, pudieran opinar otros filólogos, pues Ahmed Sabir
expresa que quienes transmitieron las voces de los antiguos canarios
que nos han llegado (por escrito), debieron tener errores de escucha
que produjeron distorsiones, pues no tenían un oído fino para una
lengua extraña.
Lo que nos cuentan estos filólogos, es
que los topónimos que nos han llegado por escrito, pero no por
oralidad (como pudieran ser Umiaga/Umiaya, Amago/Amargo), a la hora
de ser escuchados por personas de otra lengua, pudieron ser
malinterpretados o adaptados al español (como expresamos en nuestro
anterior artículo: cambios de ‘g’ por ‘y’ o por ‘j”-’,
cambio de una vocal por otra, Abajo por Amago/Amajo, …). A su vez,
quién lo transcribió pudo equivocarse al escribirlo (por ejemplo
vemos: Atirma, Tirmac, Thirma, Tirmah, Tyrma, y el que ha
prevalecido: Tirma, que es la adaptación de la voz al español) y
después pudieron sumarse errores de los copistas posteriores (p.e. y
como veremos, Toriña por Tirma y el que nos interesa, un original en
la Crónica Madre que derivó en: Cimarso, Cimarço, Margo, Mago,
Amarço, Março, Amago) o, pudieron haber también interpolaciones
por confusión de un topónimo por otro parecido: Amagro, Magro, si
fuera este el caso.
Planteando lo fundamental de la discusión
Antes
de entrar en la cuestión: oralidad vs registro escrito, nosotros
creemos que lo que debemos dilucidar en cuanto a los distintos
aspectos que tratamos en nuestra propuesta de Umiaga/Amago, es si
existe la posibilidad (de cada uno de ellos) de que pudiera ser
posible o descartarlo por ser imposible, en otras palabras falsar la
hipótesis. Más concretamente: si Tirajana podría estar en la costa
en aquellas primeras entradas de la Conquista, si Mña. de Las
Tabaibas, cumple con lo que se cuenta en las descripciones, para
poder admitirla como candidata y si nuestras hipótesis lingüísticas
sobre los nombres del Santuario y la Montaña Sagrada, pudieran ser
ciertas. Las dos fortalezas (Sta. Lucía y Amurga) ya están
admitidas como posibles candidatas por la “investigación oficial”
(nos referimos en artículos de carácter científico). Sin embargo,
la hipótesis de Mña. Tabaibas, no se ha tenido en cuenta todavía,
ni siquiera como posibilidad, (salvo nuestro artículo en los
Coloquios de Historia).
Por tanto, aunque intentamos
también falsar las otras hipótesis, creemos que lo más importante,
según nuestra opinión, es que tenemos la posibilidad de Mña
Tabaibas, de cumplir con las descripciones (para nosotros en mayor
medida que las otras hipótesis), unido a otros aspectos a su favor,
que no cumplen las otras. Debido a ello, esta propuesta debería al
menos, contar con la posibilidad de ser candidata a ser tenida en
cuenta para la investigación, y dedicarse recursos a la misma.
En este caso, centrando a los lectores, y al mismo tiempo, sometiendo a discusión la prevalencia o mayor importancia de los topónimos de este territorio que nos han llegado por la oralidad, sobre los que nos llegaron por escrito, las cuestiones a dilucidar son:
1.- Si existe la posibilidad de que el topónimo que nombraba en 1537 al lugar donde se situaban las salinas: ‘Amoxo’, y por tanto nombraba al poblado canario que allí estaba, era Amajo, pudiéndose pronunciar también Amago, según explicamos en el artículo comentado del pasado septiembre, y por tanto, corresponder al nombre dado en la Crónica Madre, al otro santuario junto con Tirma, al santuario de Tirajana, según creemos. En la oralidad, se ha conservado el topónimo Abajo (Salinas de), nombrando al mismo lugar que creemos evolución de Amajo, por el fenómeno lingüístico de etimología popular en la toponimia. Si ello fuera así, Amago, debería ser el nombre del santuario y descartaría a los otros ocho nombres: Cimarso, Cimarço, Margo, Mago, Amagro, Magro, Amarço, Março, entre ellos Amagro, hasta ahora el más aceptado.
2.- Si existe la posibilidad de que los topónimos que detallamos en el siguiente párrafo que abreviamos en Umiaya o Umiaga, que no se han conservado en la oralidad, pudieran ser el mismo que Amurga o Amargar (en la oralidad), o su posible original indígena: Anmuggar, y se escribieran de tantas formas diferentes por errores de escucha y/o de escritura. A esa conclusión llegamos, porque según creemos, ambos topónimos nombraban a unas apañadas famosas que se desarrollaban en el territorio del actual Amurga, por lo que ambos debían nominar lo mismo (ver nuestro anterior artículo).
Los topónimos documentados por escrito y que no han perdurado en la tradición oral, son: Untjaya (1540), en un protocolo notarial; Umyaya (1569), Umiaya (1626), Omiaga (1649) y Umiaya (1652), en el Archivo Parroquial de Tunte; Umiaya y Jumiaia (159?), en el texto de Abreu Galindo; Jumiaga (1694) y Jumiaia (1687) en los manuscritos de Marín de Cubas; y Humiaia o Humaya (¿?) en el texto de Escudero, transcrito por Marín, teniendo además en cuenta, que estos historiadores pudieron obtener la información, de fuentes más antiguas (el caso de Marín de Cubas).
Debemos hacer constar también, que el topónimo Amurga aparece escrito así, literalmente, por vez primera, en 1577 y en 1618, en protocolos notariales, relacionados con las famosas apañadas, y en la de 1618 se nombra «en las apañadas de Amurga por mal nombre», que no sabemos a qué se quiere referir.
Queremos recalcar aquí, lo que no debe ser casualidad, que las primeras citas en las que se nombra, tanto a Umiaga/Umiaya como a Amurga, están referidas o relacionadas con apañadas, lo más destacado en aquellos tiempos en este territorio, lo cual muy probablemente debe referirse a las mismas apañadas en uno y otro topónimo. Como venimos defendiendo, la casualidad no existe en la investigación histórica.
Según nuestro punto de vista, la respuesta a las dos posibilidades o cuestiones planteadas, es afirmativa en los dos casos, lo cual se puede corroborar también con argumentos filológicos.
Queremos recordar también, que la relación de Amurga con Anmuggar, la hacen expertos filólogos, también especializados en toponímia: Ahmed Sabir, Maximiano Trapero y Abraham Louft, destacando además que Sabir y Louft, son nativos en lengua amazigh. Otro factor que también debemos resaltar, es que además de su homofonía indudable, las dos voces coincidirían también en el aspecto semántico, es decir en su significado, como estamos tratando de demostrar, pues nombraban exactamente lo mismo: santuarios y lugares de peregrinación. De hecho Ahmed Sabir (2001), al momento de establecer la hipótesis, y sin conocer la relación con el santuario, proponía una investigación para buscar en este macizo, «lugares de culto aborigen». Aquí también deberíamos decir: la casualidad no existe.
Tradición oral vs registros escritos
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Fortaleza de Amurga en el Morro de Los Solapones, el probable Ansite. Tibicena |
Y ahora llegamos al debate: si debemos dar más fiabilidad a lo conservado en la oralidad, que a lo que ha llegado por escrito. En este caso, según las fuentes escritas, Amurga y Umiaga/Umiaya, en un tiempo tras la Conquista, nominaban un mismo territorio, por lo que según nuestra hipótesis, pudiera ser que ambos fueran evolución de una misma voz original indígena. Al prevalecer finalmente solo Amurga en la oralidad, esta voz debería ser, siguiendo la norma, la que más se acercaría a su identidad lingüística. El que Anmuggar pudiera ser esa voz original, refrendaría la propuesta.
El analizar la oralidad, dentro de la investigación lingüística, no quiere decir que se tiene que descartar el registro escrito, sino que ambos deben ser complementarios y ser sometidos a crítica. Así, lo que documentaron los escribanos en un determinado tiempo, es como lo oyeron e interpretaron al momento de escribirlo y muy importante a la hora de la evolución de la voz. El ejemplo lo tenemos claro con otro topónimo de las cercanías, que ha evolucionado, creemos que al igual que Amoxo, sin ninguna duda, por una clara etimología popular: Ansite (finales s. XV)→ Ansitio (1575) → El Sitio (1687) → Los Sitios (actualidad). Aquí, si no tuviéramos el registro escrito, podríamos establecer la hipótesis de su evolución, pero no tendríamos las pruebas de ello.
Un
ejemplo bastante claro, de tiempos más recientes es el de Guguy y
Güigüi, el primero, el nombre que ha pervivido en la tradición y
la oralidad de los habitantes de Tasarte y Tasartico (y el que me
enseñó mi abuelo, que iba a remo desde Castillo del Romeral hasta
esa zona en sus labores de pesca), el segundo, fue el nombre que
probablemente un militar puso en un mapa, transcrito probablemente de
Guyguy, que es el que ha triunfado en la actualidad en los mapas
oficiales. La Academia Canaria de la Lengua, se ha pronunciado sobre
el tema y considera que «debe prevalecer la forma que durante
generaciones ha conservado la población del lugar sobre otras
variantes foráneas.», pero el daño ya está hecho y lo que
prevalece en la cartelería y en los mapas, es Güigüi, que se ha
consolidado.
Al analizar este topónimo en su diccionario
de los Guanchismos, Trapero nos dice «advertimos una vez más la
compleja y siempre dudosa tarea que es trasladar a la escritura un
nombre ajeno a la propia lengua en la que se escribe [...] la
pregunta primera aquí, como en todos los casos semejantes, no debe
ser cómo se escribe ese nombre, sino cómo lo pronuncian los
habitantes de ese lugar y los más cercanos a ese territorio, y a
partir de ahí podremos responder a la escritura».
Según Trapero, la primera vez que aparece por escrito, es en el mapa del ingeniero militar Antonio Riviere (1740), como ‘Guipuy’ lo que escuchó y escribió este militar en ese tiempo (o transcribió un copista posteriormente). Gracias a la tradición oral, sabemos que esa ‘p’ muy probablemente es un error de copia por ‘g’, y también, que si la voz no hubiera llegado a la actualidad, nos mantendríamos en el error y no conoceríamos el topónimo original. Ahora, nos quedaría por conocer si el nombre original era Guiguy, Guyguy o el que ha llegado por tradición, Guguy [gugú:i], que según la norma, debería ser el que, con mayores probabilidades, más se acercaría a la identidad lingüística. Lo que queda claro es que el Güigüí moderno, no era la voz original.
Pero, podríamos tener otra referencia, para conocer la identidad de los topónimos originales antes de la Conquista, y es la comparación con otros topónimos idénticos o muy parecidos, en otros lugares de las islas. Así, en el caso de Güigüí/Guguy, según Trapero, tenemos otro lugar con las mismas formas topónimicas en El Risco, entre Agaete y La Aldea. En este caso no nos ayudaría, pues al lugar se le nomina también de las dos formas, al igual que en el Guguy original.
Pero en el caso de Amurga/Amargar (oralidad) y Umiaga/Umiaya (en documentos escritos), que pensamos que podrían nominar un mismo territorio, tenemos la comparativa con otros topónimos muy parecidos: Amurgar en La Aldea o Murga en La Palma, que pudieran indicar que sea Amurga, el topónimo más cercano a la voz original, como a su vez señala la norma, puesto que de Umiaga, no tenemos otros términos similares, en otros sitios de las islas.
A ello, sumamos que los filólogos han relacionado a estos topónimos (Amurga/Amargar), en este caso Amurga, con los términos del amazigh, maggar con el sentido de 'encontrarse' y su derivado almuggar o anmuggar con el de ‘lugar de encuentro o peregrinación’ y ‘santuario’. Indudablemente, si Anmuggar fuera la voz original, Amurga y Amargar son las voces que más se le acercan, pudiendo Amurga haber perdido la ‘r’ por españolización y Umiaga, podría haber sido una variante o evolución de la voz, que después no prosperó por prevalecer Amurga/Amargar. El que Amurga, Umiaga y Anmuggar sean trisilábicas y llanas, igualmente sumaría para apuntar en esta dirección: A/mur/ga, U/mia/ga, An/mu/ggar.
Como habíamos dicho, las variantes de Umiaga de las que tenemos información son: Untjaya (1540), Umyaya (1569), Umiaya (1626), Omiaga (1649), Umiaya (1652), Umiaya y Jumiaia (159?), Jumiaga (transcrito en 1694), Jumiaia (transcrito en 1687), y Humiaia o Humaya (¿?); y no tenemos variaciones de Amurga (1577, 1618), llegando a la actualidad en la tradición oral, Amurga y Amargar (en realidad en mapa del IGN).
Unido a ello, el investigador Westermarck (1926), nos dice que determinadas palabras amazighs que llevan ‘g’ son pronunciadas con sonido muy próximo a [y], además de que los sonidos vocales de las palabras están sujetos a grandes variaciones, y es igualmente difícil distinguir entre la presencia o ausencia de un sonido vocal antes de una consonante o entre dos consonantes. Por todo ello, nos atrevemos a especular sobre como pudieron evolucionar estos topónimos:
Anmuggar/Almuggar → Anmugga → Unmugga → Unmugia →Unmiaga/Unmiaia → Umiaga/ Umiaia
Anmuggar/Almuggar → Armuggar → Amurggar/Amarggar → Amurga/Amargar
En este sentido, una posible explicación de las dos posibilidades, es la de que Umiaga, podría ser la variante que nombraba al macizo en Tunte y en el interior de La Caldera de Tirajana (las principales referencias se localizaron en el Archivo Parroquial de Tunte), mientras que las primeras referencias a Amurga, las tenemos en Agüimes, por lo que podría ser que los de Agüimes y su área de influencia, nombraran al macizo de esta manera. Y en el sur, sabemos de las diferencias del habla del interior de la Caldera, claramente diferenciadas del resto de la isla, con unas características peculiares, al ser este un territorio muy alejado, con poca población y con un aislamiento con el exterior, durante siglos.
Umiaga, como variante, pudo haber surgido solamente en Tunte o en La Caldera y no prosperó por su aislamiento y la baja cantidad de población que lo nombraba de esta manera y con el tiempo se impuso Amurga, por tener Agüimes, mayor población y mayor comunicación con el resto de la isla, y por tanto mayor influencia, para extender la voz.
Como venimos exponiendo, en el debate oralidad vs registro escrito, podríamos considerar que nuestra hipótesis: Amoxo → Amajo → Abajo, tiene muchas probabilidades de ser la correcta, por el proceso de etimología popular, pero no queda tan claro en el caso de Umiaga/Umiaya → Amurga. Los filólogos Wolfel, Trapero y Sabir, nos hablan de los múltiples errores de los topónimos con origen indígena, llegados por escrito, originados ya sea por mala escucha de la voz desde otra lengua, por mala escritura de esa voz, o por errores de corrupción por mala lectura a la hora de hacer copias del original o copias de copias. Por tanto, se debe hacer una investigación comparando lo que ha llegado por escrito y lo que ha llegado por oralidad, y según Trapero, dando más verosimilitud a la oralidad, en los topónimos indígenas.
Creo que el proceso transformador más común en la evolución de este tipo de topónimos, es el de la etimología popular: la voz original va evolucionando y adaptándose a una voz homófona del español (sin coincidencia semántica). Lo vemos en los ejemplos ya citados de Amoxo y Ansite, y en otros que hemos encontrado en Los Guanchismos de Trapero: Roque Nublo, evolución de Nugro, en El Hierro, Corona por Gorona, Julan evoluciona a Julán y finalmente a Julián; de Guantebés a Bien te ves; Bayebrón a Valle Ebrón, Oliba a Oliva, Auchón → Lunchón → Lunchonchillo → Lechoncillo (para más información, ver artículo de Trapero sobre la influencia del fenómeno de la etimología popular en la toponimia de Canarias, - acceso aquí -).
Además de los errores ya citados, que creemos que se cometieron con el nombre del Santuario de Tirajana, y el ya comentado de Guguy, damos en los siguientes apartados, ejemplos de distorsiones acerca de lo que nos llegó por escrito, en contraposición a las voces correspondientes, que llegaron por tradición oral, donde hemos detectado muchísimos errores de copia (¿escucha?), en la transmisión de los topónimos.
Los 35 lugares de Bernáldez, en el tiempo de la Conquista
El cronista Andrés Bernáldez, en su obra: Historia de los Reyes Católicos, nos aporta una relación de los 35 «lugares [¿comarcas?] y aldeas» que tenía la isla al tiempo de la conquista de Gran Canaria. Andrés Bernáldez, fue cura de la población de Los Palacios (Sevilla) y su obra está datada entre 1488 y 1513. La crónica, en referencia a Gran Canaria, muy probablemente fue elaborada a partir de los testimonios de indígenas canarios, que vivían en Sevilla en ese tiempo y la relación de topónimos, nos muestra los posibles errores de Bernáldez, de escucha/escritura de estos topónimos, así como, de seguro, los múltiples errores de copistas posteriores. Estos, los comparamos con los correspondientes en la oralidad, que sabemos que también pueden estar afectados por procesos de evolución/españolización de los mismos, pero que según la norma, deberían ser más fieles a la identidad lingüística del topónimo original.
Según Gómez Moreno y Mata Carriazo, editores de la crónica de Bernáldez, publicada en 1962 (Morales Padrón se basó en esta versión para la de su Canarias, Crónicas de su Conquista de 1978), son numerosos los manuscritos de esta crónica (ellos citaron en su edición, hasta veintidós), encuadrados en dos familias; la más numerosa, denominada familia Caro, procede de la copia perdida, que en la primera mitad del s. XVII, Rodrigo Caro, sacó del manuscrito original de Bernáldez, también desaparecido. Estos editores establecen otra familia, más reducida, compuesta por tres manuscritos que consideran más correctos y próximos al texto original, y que sirven de base para su edición de la obra (y la de Morales Padrón). En 2003 se ha descubierto un nuevo manuscrito de esta familia, según expresa Galdón Sánchez, en un artículo donde hemos obtenido toda esta información.
Aquí, vamos a analizar dos manuscritos que hemos podido localizar en internet, el más antiguo, el manuscrito con la signatura MSS/1359, de la Biblioteca Nacional, datado según su ficha,en el s. XVII y que pertenecía a la Biblioteca de Felipe V, siendo una copia de la realizada por Rodrigo Caro. El segundo, es un manuscrito del s. XVIII, de la Biblioteca de la Real Academia de Historia, con la signatura: 2/Ms.19, y es también una de las múltiples copias que se hicieron de la de Rodrigo Caro. Al contrario de lo que opinan Moreno y Carriazo, y en lo que respecta a los topónimos que tratamos, observamos que los topónimos reflejados en este último manuscrito, aún siendo más reciente, y perteneciente a la ‘familia Caro’, se acercan más a las voces que conocemos hoy de dichos topónimos, de forma opuesta que algunos de los reflejados en la obra de estos autores o más bien, en la edición de Morales Padrón, que se basó en la de estos autores (no hemos podido localizar la de ellos), para transcribir la crónica de Bernáldez, en su obra magna sobre la Conquista de Canarias.
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Manuscrito s. XVII, BNE. procedente de la biblioteca de Felipe V p. 115 documento digitalizado y 108 del manuscrito. (acceso aquí) |
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Manuscrito del s. XVIII de la Biblioteca Digital de la Real Academia de Historia, p. 110 V del manuscrito y p. 230 del documento digitalizado. (acceso aquí) |
A primera vista, nos damos cuenta de que muchos nombres van precedidos con el prefijo ‘Ar’ ‘Ara’ o ‘A’, lo que nos indica un añadido al nombre, que muchos investigadores interpretan como: ‘lugar de/en _’. También, tenemos tres casos, en lo que creemos el mismo nombre precedido por distintos prefijos: Atagad/Adfatagad, Afaganige/Areaganigui y Galdar/Areagaldar, lo que parece indicar algo parecido a lo que en español sería un mismo topónimo referenciado a una localización (de arriba o de abajo) o a una característica (chico o grande) u a otra referencia que no conocemos (¿En/después de?, ¿poblado o comarca?, ...).
El geógrafo Faneque Hernandez, establece la hipótesis de que la lista de Bernáldez, está realizada con un orden geográfico, y por tanto, si fuera así el caso, se podrían localizar a partir de los topónimos que se conocen, los no conocidos, en función de los poblados/comarcas indígenas que se sitúan en sus cercanías. Es por ello, que damos a continuación la lista en el orden de Bernáldez con nuestra interpretación de lo que leemos en los dos manuscritos que hemos localizado, añadiendo además, como los interpretaron los editores de las dos primeras ediciones de la obra (1856, 1870), y la de Morales Padrón (1976), basada a su vez en la de Moreno y Carriazo (1962), que no hemos podido localizar.
En la primera columna, ponemos la versión del s. XVIII, la que creemos que es la más que se acerca a los topónimos que han llegado por la oralidad, y en la segunda el resto. Cuando hay consenso total en el topónimo, dejamos en blanco la segunda columna. También, sólo ponemos la fuente que discrepa cuando el resto muestra consenso con el manuscrito del XVIII.
En la cuarta columna se reflejan los topónimos actuales (oralidad) que mas se acercan a los que nos transmitió Bernáldez, marcando con interrogación a los que se muestran más dudosos según diversos investigadores: Jorge Onrubia, Humberto Pérez y también algunos de ellos son hipótesis/propuestas de Faneque Hernández, según su ubicación geográfica. En la última columna, algunas de nuestras propuestas basadas también en la hipótesis de Faneque.
Podemos afirmar que la versión del XVIII, es la más que se acerca a la oralidad, y como muestra, los ejemplos que discrepan de esta versión (negro), entre paréntesis la versión acortada más parecida a la oralidad y la de Morales Padrón (verde), así como el topónimo en la actualidad:
Araguimes /Aragüimes, (Arajimes, en manuscrito s. XVII) → Agüimes
Themensas /Themensay → Temisas
Atra anaca (Trahanaca)/Atrahanaca → Tirajana
Arbenugarias (Benugarias)/Arbenugania → Veneguera
Artaburguais /Artubrirguays → Artebirgo
Artegede (Tegede/Tejede)/Arteguede → Tejeda
Aregazeda /Aregaieda (Gaieda)→ Guayedra
Afurgag (Firgar/Afirgar -manuscrito XVII)/Afurgad → Firgas
Areyuhuas o Arevuhuas / Arehucas (Ehucas)→ Arucas
Arautiagaga (Utiagaga)/Arautiagasia → Utiaca
Atirma (Tirma) / Atorina → Tirma
Vemos
que cuando no coinciden las dos versiones, los más cercanos a
la oralidad, son los del
manuscrito del XVIII, solo
con dos excepciones, la de Guayedra y la de Arucas. Y es más,
podemos identificar claramente Benugarias con Veneguera, que se
mantenía con dudas hasta ahora (Benugania),
que además coincide
en el
orden geográfico, con el
grupo de nombres del
sudoeste de la isla y como
analizaremos más adelante.
La versión más cercana de
Firgas, es Afirgar, en el manuscrito del XVII y
descartamos Atorina y sus
variantes, como
el nombre que se ha dado hasta ahora a la Casa de Oración de
Bernáldez.
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La relación en la edición de 1870La relación en la edición de 1856 |
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La relación en la edición de 1978 de Morales Padrón |
De los 35 nombres que escuchó y transcribió Bernáldez, podemos interpretar que 21 de ellos se asemejan a topónimos que han llegado a la actualidad, según la tradición oral: Agüimes, Trahanaca, Tairia, Fatagad, Artenaran, Aganigui, Tasarti, Benugaria, Tirma, Acusen, Arteburguais, Tamaraseid, Tegede, Gayeda, Galdar, Agumastel, Furgag, Erucas, Terura, Tenoya y Utiagaca. Según la norma que analizamos, el nombre que llega por oralidad se acerca más a la voz original, que el escrito, aunque entendemos que determinadas formas sonoras de la lengua indígena, (por ejemplo las que llevan ‘g’, ‘j’ o ‘h’, o determinadas vocales) no habituales a oídos castellanos, fueron españolizadas, de ahí la diferencia de lo que escribió Bernáldez (¿errores de interpretación o escucha?), con el topónimo que se transmitió oralmente durante siglos de la voz indígena adaptada al español, que una vez establecida, creemos que ya no evolucionó con los años, salvo en los casos de etimología popular.
De las 13 nombres restantes, creemos que algunos desaparecieron de la oralidad porque el poblado que nombraban, también desapareció y no se conservó más allá del s. XVI. Así, podemos especular, sobre el que nombraba al poblado de la Fortaleza que creemos podría ser Agad, Tagad o Atagad, que según la hipótesis geográfica estaría junto a Fatagad. También, el que nombraba a Caserones de Fataga, que creemos Furie y al poblado de Mogán (playa), que podría ser Casumuga (muga←→Mogán). La única justificación para aventurar las hipótesis, es la propuesta de Faneque Hernández, de proximidad geográfica con los otros nombres.
Pero, seguramente en muchos de esos otros nombres, hubo algún error en la transmisión de la información (como observamos también en los que identificamos con los actuales por las variaciones en los distintos textos) que ha impedido que se relacionen con los que han llegado a la actualidad, lo que pensamos que podría demostrar los fallos de los registros escritos en contraposición a la oralidad (como Guipuy, Atorina, Tayra, ...) En la actualidad tenemos muchos topónimos indígenas que sabemos que nombraban a poblados importantes, que no figuran en la relación de Bernáldez, como: Bentayga, Mogán, Tunte, , Tenteniguada, Tufia, Tinoca, Tara, Cendro, Jinámar, Tafira, Taliarte, Agaete, … A su vez, y de la misma manera, “lugares”, que podríamos interpretar como comarcas, o también localizaciones o accidentes geográficos destacados en el paisaje: Ansite, Ajódar, Gando, Arinaga, Amago, Amurga, Tauro, Bentaiga, …
Algunos nombres también nos han llegado solamente por escrito, pero tampoco figuran en la lista: Acayro o Cayra (Abreu, Valera, seguramente Aguayro), Udera (en protocolos, Mña. Tunte), Titana (Marín, Abreu y Valera; probablemente Fortaleza de Abajo o Las Fortalezas). Algunos de todos estos nombres, debería estar, entre esos otros 13 nombres restantes, no localizados en la lista de Bernáldez, que pudieron haber sido escuchados o transcritos erróneamente.
La Casa de Oración de Bernáldez
Bernáldez nos hace una descripción de una casa de oración, que los canarios llamaban ‘Atorina’ o ‘Toriña’, y que en la actualidad, así es conocida por los investigadores canarios, fundamentalmente porque así es citada por Morales Padrón en su obra (y por las otras versiones anteriores publicadas que hemos visto). Esto es lo que nos describe Bernáldez, según la versión de Morales Padrón (1978), que se mantiene igual en la de 1993:
Eran idólatras sin ley. En la Gran Canaria tenían una casa de oración: llamaban allí atorina, e tenían allí una imagen de palo, tan luenga como media lanza, entallada con todos sus miembros de muger, desnuda e con sus miembros fuera, e delante della una cabra de un madero entallada, con sus figuras de henbra que quería concebir, e tras della un cabrón entallado de otro madero, puesto como que quería sobir a engendrar sobre la cabra. Allí derramaban leche e manteca, parece que en ofrenda o diezmo o primicia; e olía allí mal, a la leche o manteca
Vamos a ver lo reflejado en los dos manuscritos en cuanto al topónimo:
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Manuscrito s. XVIII, ref.: 2/Ms. 19, Real Academia de Historia. Pag. 221 digitalización, p. 106r manuscrito (acceso aquí) |
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Manuscrito s. XVII, sig. MSS/1359, BNE. Pag. 112 digitalización y p. 105 del manuscrito (acceso aquí) |
Vemos
en el manuscrito del s. XVIII, que se cita el topónimo como
‘Atirma’, mientras que en el del s. XVII, lo nombran como
‘Atorina’, ‘Atoriña’ o ‘Toriña’, que es como se le
conoce en Canarias en la actualidad a partir de la obra de Morales
Padrón, o de las otras publicadas anteriormente. Morales Padrón lo
cita en su edición como ‘Atorina’, y con nota a pie de página
de cómo es citado el topónimo en otros manuscritos: torina,
toriña, atuma, atorino, atiriña y atorinan.
El hecho de citar el topónimo el manuscrito del XVIII, creemos que correctamente, y en la forma arcaica a como se le conoce en la actualidad en la oralidad, nos indica que es el mismo que escuchó y escribió Bernáldez en su manuscrito y que no sufrió alteraciones o errores en las distintas copias del original, hasta que llegó a este del s. XVIII.
Y esta constatación es muy importante, puesto que ayuda a confirmar por otra fuente, la ‘pequeña casa de dios’ que se situaba en Tirma, y que ‘Toriña’ o sus variantes, nada tienen que ver con esta casa. Nosotros, en nuestro trabajo de 2020, ya apuntábamos que esta ‘Toriña’, podría ser errata por ‘Tirma’ y la relacionábamos con la «Casa Tamogante» de Marín de Cubas, que se situaba en lo alto de la Montaña de Tirma, y a su vez con la ‘tamogante en acoran’, residencia de las maguadas, de la que nos informan por vez primera, Abreu Galindo y Torriani, a partir de una fuente común. La construcción lingüística de Tamogante, con la estructura t...t, nos indica en la lengua amazigh, un diminutivo, señalando además Abreu que eran «casas pequeñas», traduciendo la expresión Torriani, como «templo de dios», por lo que podemos describirla también, como ‘pequeña casa de dios’. Marín también describe para Umiaga, una casa de este tipo, que pudiera ser parecida a la de Tirma.
Y ello, confirma también los errores cometidos al darle toda la fiabilidad a las fuentes escritas, sin compararlas con la oralidad (que pudiera ser el caso de Umiaga), y el no poder contar con todas las versiones de una obra para detectar los posibles errores, como hemos hecho con este trabajo.
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Roque Aguayro y detrás Mña. y Degollada de Majadaciega. Atlas Rural de Gran Canaria |
Hemos detectado otro ejemplo erróneo similar al de Atorina/Tirma, en la obra de Morales Padrón. Así, Abreu Galindo, Diego de Valera y Marín de Cubas nos hablan de una incursión, fechada el 5 de mayo de 1482 por Valera, donde según se desprende de los textos, se va a Tirajana (Abreu y Valera), a un lugar llamado Acayro para Abreu o Tayra o Cayra para Valera y finalmente a Titana para Marín y Abreu o Litana para Valera. La versión de la crónica de Valera, en la edición de Morales Padrón, nos habla de Tayra (en nota al pie vemos Cayra, pero sin contexto, dándose por bueno Tayra), que Jorge Onrubia ha relacionado con el Atairia de Bernáldez (Taidía), considerando Acayro un error de transcripción de Abreu. Sin embargo, tenemos el llamado Manuscrito Granadino, otra copia de la obra de Valera menos conocida por los investigadores canarios, donde se nombra a Cayra, por lo que entendemos que el error debe estar en Tayra. Muy probablemente Cayra/Acayro sea el Aguayro de la oralidad, que podría haber sido un poblado canario en las cercanías del Roque Aguayro (¿Cuevas de Bco. Sardina, junto a Majadaciega?, donde se acampó Zerdiña y por donde probablemente tuvo lugar la Batalla de Sardina).
Y de la misma forma que Tayra, el hecho de estar citado ‘Atorina’, de forma errónea, en la obra de Morales Padrón, hizo que investigadores posteriores, la siguieran dando por buena, como ha ocurrido con distintos diccionarios del léxico indígena que la recogen. Así, Maximiano Trapero, nos informa de la variante ‘Toriña’ en la entrada de este topónimo en su Diccionario de Guanchismos, citando a su vez, a los investigadores que la citan: Buenaventura Pérez, en su Toponimia Guanche; Ignacio Reyes en su Diccionario Ínsuloamaziq, y el propio Trapero en su diccionario. Todos relacionan ‘Toriña’ con ‘Montaña Toriño’ (Tenerife), un topónimo dado a conocer por el historiador y médico Bethencourt Afonso, a finales del s. XIX, en su lista de topónimos indígenas (aunque según él mismo, sin tener la seguridad de ser palabra guanche).
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